En Plena Sierra de Tramontana, en Mallorca, se encuentra Escorca, un municipio de tan solo 210 habitantes. Sin embargo, está lejos de ser un lugar vacío, ya que por allí pasan más de un millón de turistas cada año.
Vienen a visitar el santuario de Lluc, a conocer la cultura del pueblo, a disfrutar de sus playas idílicas y, sobre todo, a hacer deporte en un entorno natural de gran belleza. Caminatas por la montaña, ciclismo, escalada, observación de aves… todas estas son actividades populares en la zona.
Pero no todo es tan idílico en la Sierra de Tramontana, ya que este entorno no está exento de desafíos medioambientales. Como nos cuenta Antoni Solivellas, alcalde del municipio, uno de los problemas más acuciantes está siendo la proliferación descontrolada de cabras salvajes.
Antes los payeses las mantenían un poco a raya y las cabras estaban solo arriba, en la montaña. Pero la población de cabras ha crecido de forma exponencial y ahora bajan al valle. Son una plaga. Estamos luchando para ver si podemos recuperar las tradiciones que se hacían antes para controlarlas.
Las cabras arrasan con toda la vegetación, tanto de los jardines de los vecinos como del entorno natural. Por ejemplo, un estudio de la Consellería de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca de Mallorca ha revelado que el 68% de los tejos inventarios de la Serra de Tramuntana son destruidos por estos animales.
Otro objetivo medioambiental del Ayuntamiento de Escorca es la protección de unos olivos centenarios en el valle de Cala Tuent. Protegen las parcelas donde se encuentran con cerramientos, quitan los pinos e introducen animales como burros para que limpien el terreno.
La dificultad reside en que todas estas acciones tienen un coste económico importante. Pero al ayuntamiento de Escorca se le ocurrió una idea: aprovechar los deportes de naturaleza de la zona para impulsar la conservación. Desde hace dos años, están consiguiendo destinar una parte de lo que se recauda en las carreras deportivas y otras actividades para la recuperación del territorio.
Como explica Solivellas, pedimos la colaboración de los participantes. La inscripción cubre el seguro y todos los gastos de la carrera, y normalmente se aporta un euro de más para un proyecto medioambiental. En una carrera participan 500 personas, con lo que recaudamos podemos hacer el cerramiento de una de las parcelas.
Al final, este es un intercambio justo. Los visitantes que acuden al destino atraídos por sus paisajes y prestaciones para el deporte, disfrutan de un entorno que es muy costoso de gestionar y, de esta forma, ayudan a preservarlo. Además, a veces el recorrido de las carreras pasa por terrenos privados y los propietarios los ceden sin ningún problema. Por eso, desde el ayuntamiento creen que es importante que haya un retorno al territorio.
Por ejemplo, queremos promover la actividad agrícola, que es la que mantiene a raya las zonas boscosas y evita los incendios, indicaba el alcalde.
Cualquier persona puede participar en las actividades, siempre y cuando haya plazas, porque por cuestión medioambiental están limitadas. Cuando salen las convocatorias de las carreras, el ayuntamiento las comparte en sus redes sociales y se explica para qué irá destinada la aportación.
Ahora, Solivellas celebra el presente, pero su mirada está puesta en el futuro:
Pusimos en marcha la marca Naturesport para generar unos ingresos que ayudasen a las problemáticas medioambientales y ahora estamos empezando a tener un pequeño retorno. Queremos potenciar estos ingresos en los próximos años; estamos planteándonos crear una fundación que gestione todo esto. Es una combinación complicada que nos ha llevado años, pero ahora la vamos encaminando y ya empieza a dar sus frutos.
Como reconocimiento a sus esfuerzos en sostenibilidad, entre los que se encuentra el caso de éxito que exploramos en este artículo, Escorca ha obtenido la certificación Biosphere Destination. Este ejemplo muestra cómo el turismo, cuando se gestiona de manera adecuada, puede tener repercusiones positivas en un territorio, convirtiéndose en una fuente de apoyo y conservación. La visión del futuro de Escorca es prometedora, con la esperanza de que más iniciativas de este tipo puedan inspirar un cambio sostenible en otras regiones del mundo.