La vida en la ciudad trae sin duda múltiples ventajas, como un mayor acceso a servicios, oportunidades laborales y vida social. Por eso, más de la mitad de la población actual vive en ciudades y se prevé que esto aumente hasta un 68% en 2050.
A su vez, el turismo de naturaleza también es cada vez más popular. Vivimos en ciudades pero en nuestro tiempo libre buscamos salir a la naturaleza para recargar las pilas. Necesitamos un descanso del asfalto y los edificios porque realmente vivir en la ciudad es un factor de riesgo para la salud mental. La ansiedad, la depresión, los trastornos del estado de ánimo y la esquizofrenia son hasta un 56% más comunes en la ciudad que en el mundo rural.
En cambio, en cuanto entramos en un bosque u otro espacio natural nuestra presión arterial baja, la frecuencia cardíaca disminuye y enseguida mejora nuestro estado de ánimo. ¿Por qué ocurre esto?
Los planes en la naturaleza suelen ir asociados al ejercicio físico, cuyos beneficios para la salud son bien conocidos, pero una gran cantidad de investigaciones han demostrado que el simple hecho de estar en la naturaleza también trae importantes ventajas a nivel físico y mental.Uno de los estudios pioneros al respecto se llevó a cabo entre 1972 y 1981 en un hospital de Pensilvania. Se observó que, tras una intervención quirúrgica, los pacientes se recuperaban más rápido si la ventana de la habitación daba a un entorno natural que si daba a un edificio. No solo estos pacientes necesitaban permanecer menos tiempo ingresados, sino que también requerían menos analgésicos y los enfermeros notaron que estaban de mejor humor.
Desde entonces, diversos estudios científicos han demostrado que las incursiones en la naturaleza nos hacen más felices porque reducen los niveles de la hormona del estrés y las emociones negativas, combaten la depresión y facilitan el sueño de calidad entre otros muchos beneficios.A esto hay que sumarle las numerosas mejoras en nuestro rendimiento cognitivo. Se ha visto que estos planes ayudan a la capacidad de trabajo, la memoria, la atención, la orientación y también propician la imaginación y creatividad de los niños, así como mejoras en su rendimiento escolar.
Inevitablemente, el cerebro se ve afectado por el entorno. En 2015, el científico Gregory Bratman, de la universidad de Stanford, realizó una investigación en la que demostraba que las experiencias en la naturaleza reducen la activación de la corteza prefrontal subgenual. Esta es un área del cerebro relacionada con enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad. La menor activación en este área la experimentamos como una reducción de los pensamientos repetitivos centrados en emociones negativas.
Además, el pasado año 2022 se publicó en Nature un estudio sobre este tema que tuvo bastante repercusión en los medios. Mediante una técnica no invasiva llamada resonancia magnética funcional, se examinó el cerebro de 63 voluntarios sanos antes y después de que hicieran una caminata de una hora en un bosque o en las calles de Berlín.El mayor cambio en el cerebro de los voluntarios lo detectaron en la amígdala, una zona del cerebro que desempeña un papel importante en el estrés y en el procesamiento de las emociones negativas. Su activación es necesaria porque nos ayuda a sobrevivir en situaciones de peligro, el estrés y el miedo son emociones necesarias, pero cuando se descontrolan pueden causarnos serios problemas de salud.
Los resultados del estudio mostraron que la actividad de la amígdala se reducía considerablemente tras la caminata por el bosque. Curiosamente, los voluntarios que pasearon por la ciudad no aumentaron su actividad en la amígdala, lo que contradice la creencia común de que andar por la ciudad es estresante.
Ante estas evidencias la siguiente pregunta está clara ¿por qué la naturaleza afecta de esta manera a nuestro cerebro?
Una hipótesis es que los seres humanos tenemos una tendencia innata a conectar con la naturaleza que tiene sus raíces en nuestra historia evolutiva. No se nos puede olvidar que somos primates y durante la mayor parte de nuestra evolución hemos vivido en la naturaleza. Un entorno con árboles y agua era ventajoso para la supervivencia porque aquí se encontraban los recursos que necesitábamos. Por tanto, tiene sentido que nuestro cuerpo reaccione de manera positiva ante estos estímulos.