Insectos: ¿el alimento del futuro?

Insectos: ¿el alimento del futuro?

¿Cómo será la dieta de los humanos dentro de cien años? Probablemente, contenga mucha menos carne de vaca y muchos más insectos.

Jugar a ser adivinos es solo eso, un juego, ya que realmente nadie tiene una bola de cristal para ver a ciencia cierta el futuro. Sin embargo, lo que sí existen son estudios científicos que nos indican hacia donde está yendo la humanidad y nos recomiendan cómo nos podríamos adaptar a ese nuevo futuro.

La predicción es que la población mundial superará los 9 mil millones para 2050 y esto requerirá un aumento del 100% en la producción de alimentos. El problema es que este mismo aumento de la población conllevará una disminución en la tierra y recursos necesarios para producirlos. Por supuesto, las altas temperaturas, las sequías y los incendios producidos por el cambio climático tampoco ayudarán. 

Ante esta perspectiva de futuro, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura inició en 2013 la promoción de los insectos como una fuente de nutrición inexplorada que podría ayudar a hacer frente a la inseguridad alimentaria mundial. Desde entonces, se han publicado numerosos estudios científicos sobre el consumo de insectos y su sostenibilidad.

Sí, has leído bien: parte de la solución podría pasar por comer insectos. En la mayoría de los países occidentales esta idea nos resulta repugnante, pero hay un mundo más allá de occidente. La entomofagia (ingesta de insectos), ha sido y sigue siendo parte de la historia humana en muchas regiones del mundo. Se estima que más de dos mil millones de personas comen regularmente insectos y se han reportado más de 1.900 especies comestibles que incluyen escarabajos, orugas, hormigas, saltamontes, cigarras, termitas, libélulas y moscas.

El potencial de los insectos para convertirse en un importante alimento del futuro

Los insectos son una gran opción debido a su alto contenido de proteínas, vitaminas y minerales, así como a sus beneficios económicos y ambientales. 

El contenido promedio de proteínas en la materia seca de los insectos varía entre el 35% (termitas) y el 61% (grillos, saltamontes, langostas), y puede ser tan alto como el 77% en algunas especies. Muchos insectos comestibles contienen niveles relativamente altos de vitaminas del complejo B y minerales como hierro, zinc y magnesio. La quitina, presente en el exoesqueleto, proporciona cantidades significativas de fibra.

Además, los insectos convierten la proteína vegetal en proteína animal de forma mucho más eficiente que los mamíferos. Para que nos hagamos una idea, los grillos necesitan menos de 2 kg de alimento por cada 1 kg de aumento de peso corporal, mientras que los cerdos necesitan 5kg y las vacas 10kg.

Por supuesto, no nos podemos poner a exterminar las poblaciones de insectos silvestres, es necesario criarlos. La ventaja de los insectos es que esto se puede hacer usando diversos tipos de residuos biológicos, incluidos el estiércol o el compost, lo que puede contribuir a reducir la contaminación ambiental.

En varios países del sudeste asiático como Laos, Tailandia y Vietnam ya se están criando grillos para el consumo humano en los cobertizos de jardines. En las zonas templadas, la cría de grandes cantidades de insectos se suele destinar a la alimentación de animales de compañía, mientras que la producción para consumo humano es más reducida.

Sin embargo, no debemos asumir que los insectos serán la panacea. Aún es necesario examinar mejor las repercusiones medioambientales y la sostenibilidad de su cría y producción para poder compararlas con la agricultura y la ganadería tradicionales.

Para que la cría de insectos comestibles tenga éxito, hay que seguir investigando la biología y el control de las condiciones de cría de estos animales, así como los posibles riesgos. En Tailandia se han dado casos de insectos contaminados con plaguicidas que han causado intoxicaciones alimentarias en personas. También se han detectado varias micotoxinas en insectos comestibles, como las aflatoxinas, que son carcinógenas, además de que los insectos pueden ser portadores de patógenos que suponen un riesgo para la salud de los consumidores.

La entomofagia no está exenta de desafíos, pero representa una fuente nutritiva y sostenible de alimento con el potencial de abordar los problemas globales de seguridad alimentaria. Quién sabe, quizás, dentro de cien años, ya no miramos a los saltamontes con tan mala cara.

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