Hace doce años se creó la primera unidad femenina anti-furtivos en Sudáfrica… ¿cuál ha sido el resultado?

Hace doce años se creó la primera unidad femenina anti-furtivos en Sudáfrica… ¿cuál ha sido el resultado?

En 2013, se fundó en Sudáfrica la primera unidad femenina contra la caza furtiva del mundo, con el objetivo de proteger la fauna de la Reserva Natural de Balule (Parque Nacional Kruger). Se hacen llamar las Black Mambas (Mambas Negras) y uno de sus principales lemas es que la guerra contra la caza furtiva es no se ganará con armas ni balas, sino con inclusión social y educación”. Su historia pronto recorrió el mundo; los medios presentaron a estas rangers como heroínas de la naturaleza, ganaron numerosos premios internacionales de conservación (incluido el premio Campeones de la Tierra de la ONU en 2015) y algunas integrantes alcanzaron fama mundial. Ahora, tras más de una década de trabajo, comienza a evaluarse con rigor su impacto en la conservación y la comunidad.

Un poco de contexto.

La caza furtiva es una de las principales amenazas para la conservación en África, pero combatirla no es sencillo. Sudáfrica alberga la población más grande de rinocerontes del mundo y fue epicentro de la crisis de caza furtiva en la pasada década. La mayoría de los cazadores furtivos provienen de comunidades colindantes a las reservas, y su principal motivo es la pobreza. Muchos cazan para sobrevivir y algunos incluso sienten que hacen una suerte de “justicia social”, robando a los ricos (terratenientes blancos) para alimentar a los pobres.

Para proteger la fauna, tradicionalmente las áreas protegidas han recurrido a unidades armadas que, en más de una ocasión, han abatido a cazadores furtivos, algo que provoca fuertes controversias éticas. De hecho, era común ver eslóganes como “mata un furtivo, salva un rinoceronte”, reflejando un enfoque militarizado que villanizaba al cazador. Cada vez más voces en la conservación sugieren que a largo plazo es más efectivo un enfoque inclusivo que involucre y beneficie a las comunidades locales. En este contexto nació la iniciativa de las Black Mambas.

Otra pieza del contexto es el rol de la mujer en la conservación africana. La mayoría de las iniciativas de protección de fauna han estado dominadas por hombres; se estima que apenas entre 3% y 11% de los guardabosques a nivel mundial son mujeres. Las Black Mambas quisieron romper con estos estereotipos y demostrar que las mujeres también pueden desempeñar con éxito este tipo de trabajo rudo en el campo. El equipo inicial estuvo conformado por mujeres jóvenes de las comunidades vecinas, entrenadas rigurosamente en rastreo y supervivencia en la sabana.

Patrullan sin armas un territorio de unas 20.000 hectáreas, uno de los lugares más ricos en megafauna del mundo. En lugar de recurrir a la fuerza letal, su estrategia se basa en la presencia disuasoria, la educación y la movilización social. Además de las patrullas, están muy involucradas en educar a las comunidades locales, crearon el programa de educación ambiental “Bush Babies”, que opera en once escuelas de la comunidad de Maseke y alrededores, donde enseñan a los niños el valor de la fauna y la naturaleza.

¿Cuál ha sido el resultado?

La presencia constante de estas mujeres en el terreno, aplicando tácticas pacíficas, ha actuado como prevención del delito más que como represión, patrullando diariamente (hasta 20 km a pie), detectan y eliminan trampas, rastros humanos u otros indicios de intrusos, y reportan a unidades armadas de respaldo solo cuando es necesario.

Sus tácticas no violentas han conseguido reducir significativamente la caza furtiva en Balule. En la primera década de operaciones se documentó una disminución de más del 89% en los incidentes de caza furtiva dentro de su zona de patrulla, incluyendo una caída cercana al 62% en la caza de rinocerontes. De hecho, en los últimos años no se ha perdido ni un solo rinoceronte por furtivismo en la reserva que ellas custodian, logro notable en una región que fue duramente castigada por este crimen. Su enfoque desarmado también ha evitado derramamiento de sangre: al saberse vigilados por patrullas femeninas sin rifles, los intrusos suelen huir en lugar de enfrentarla, y eso ha resultado en cero bajas entre las ranger y menos confrontaciones mortales con furtivos. Es decir, protegen la vida silvestre sin disparar un solo tiro.

En el aspecto social, trabajar como guardabosques ha tenido un profundo efecto empoderador en las integrantes de las Black Mambas. Las mujeres relatan cómo esta experiencia amplió la noción de lo que una mujer puede hacer en su sociedad y les ha ganado el respeto de muchos miembros de la comunidad. “Ahora se puede decir que este trabajo no es sólo para hombres, sino para todos nosotros”, afirmaba una de ellas, orgullosa de haber roto esquemas de género.

A su vez, han experimentado un crecimiento enorme de su autoestima al tener la oportunidad de ganar un salario digno y mantener a sus familias, mejorando así la economía local. “Ahora puedo responsabilizarme de mis hijos, mantener a mi madre e incluso ahorrar para que mi hija pueda ir a la universidad cuando crezca”, relató otra de las guardabosques. Muchas de estas mujeres se han convertido en las principales proveedoras de sus hogares (fenómeno poco común antes) y en modelos a seguir para las niñas de sus aldeas. Como afirma una de estas patrulleras, “me siento orgullosa porque nuestro pueblo está orgulloso de nosotras; hemos demostrado que las mujeres somos fuertes”.

Impacto en la comunidad y sostenibilidad.

Más allá de las estadísticas de animales salvados, la iniciativa de las Black Mambas ha tenido un impacto positivo en la comunidad local, sentando bases para una conservación más sostenible a largo plazo. Dado que estas rangers son en su mayoría originarias de aldeas aledañas a la reserva, actúan como puente entre la reserva y la comunidad. Su misión no se limita a proteger fauna, sino también a convencer a sus vecinos de que la vida silvestre es un patrimonio de todos y puede reportar beneficios mayores que la caza ilegal.

A través del programa educativo Bush Babies, miles de niños reciben clases semanales sobre conservación y muchos realizan visitas guiadas al parque, muchos por primera vez en su vida, para que conozcan de cerca “los cinco grandes” y entiendan por qué protegerlos. Según los educadores, esto ya está cambiando mentalidades: antes, los chicos solo aspiraban a trabajos como mineros o guardias de seguridad, ahora algunos sueñan con ser guardaparques o biólogos tras convivir con las Mambas. Abrir estas oportunidades es crucial, pues las comunidades locales históricamente estuvieron excluidas de las áreas protegidas (legado de la colonización y el apartheid), lo cual alimentaba resentimiento y la percepción de que “el furtivismo es el único provecho que podemos sacar del parque”.

La creación de las Black Mambas también ha supuesto empleo estable en una región con alto desempleo femenino. Cientos de personas han solicitado unirse al escuadrón cuando se abren vacantes, ya que ofrece un sueldo fijo superior al promedio local. Esto alivia la pobreza que empuja a muchos al furtivismo. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, las Mambas repartieron paquetes de alimentos a familias necesitadas de sus aldeas, consolidándose como pilares de la comunidad más allá de su rol ambiental. No es casualidad que ancianos de la zona las hayan agradecido públicamente “por todo lo que hacen”. En palabras de un coordinador del proyecto, las Mambas están no solo “vigilando la valla, sino haciendo de madres de la comunidad”.

Este enfoque humanitario y de género femenino ha creado un clima de confianza con la población local que contrasta con el modelo tradicional de guardaparques militarizados. Diversos expertos señalan que integrar y compensar económicamente a los habitantes locales en la protección de la fauna es una estrategia más efectiva y justa: cuando la gente encuentra medios legales de sustento en la conservación (como empleo, educación o ecoturismo) disminuye la tentación de obtener beneficios de la caza furtiva. Las Black Mambas ejemplifican esta visión de conservación inclusiva, en la que proteger el medio ambiente va de la mano con mejorar las condiciones sociales, uno de los principios clave de la sostenibilidad.

El éxito de esta unidad femenina ha trascendido las fronteras de Sudáfrica. Su modelo ha inspirado proyectos similares en otros países africanos, apostando por mujeres guardianas de la naturaleza. Por ejemplo, iniciativas como Akashinga en Zimbabue (creada en 2017) siguen una filosofía parecida de empoderamiento femenino y comunitario en la lucha contra la caza ilegal. Las Black Mambas, al demostrar que las mujeres pueden liderar en conservación, han contribuido a un cambio de paradigma global.

Cada vez se reconoce más que la diversidad de género en los equipos de rangers no solo es un asunto de igualdad, sino que fortalece la conservación al incorporar nuevas habilidades y generar mayor vínculo con las comunidades. En suma, este caso pionero sugiere que la conservación de la fauna puede ser más efectiva y sostenible cuando empodera a las mujeres y brinda alternativas a las comunidades locales.

Críticas y controversias.

A pesar de los logros, la iniciativa de las Black Mambas no ha estado libre de críticas y controversias. Un primer desafío ha sido la falta de reconocimiento local generalizado. Fuera de la comunidad de Maseke (donde imparten educación ambiental), mucha gente de las aldeas vecinas ni siquiera sabe de la existencia del grupo o no percibe sus beneficios directos. Persisten tensiones históricas entre algunos pobladores y los guardaparques, por lo que ciertas Mambas confiesan que evitan alardear de su papel e incluso ocultan su identidad como ranger por temor a represalias o rechazo social. Este bajo perfil limita que la comunidad en general sienta que las áreas protegidas realmente están creando empleo local y prosperidad compartida.

A pesar de estas controversias y lecciones aprendidas, los resultados saltan a la vista. Las Black Mambas han contribuido a reducir drásticamente la caza furtiva en su zona, salvando la vida de decenas de rinocerontes, elefantes y otras especies amenazadas. Su labor ha empoderado a un grupo de mujeres que ahora son agentes de cambio en sus comunidades.

Y quizás lo más importante, han demostrado que es posible una vía alternativa en la conservación, una que promueve la inclusión, la educación y la sostenibilidad en lugar de la violencia. Como señaló una de sus líderes, “las mujeres son las madres de la Tierra, lo que está en la Tierra, las mujeres vamos a protegerlo, igual que protegemos a nuestros hijos”.

La experiencia de las Black Mambas indica que la conservación de la fauna no puede desligarse del progreso social, y que no puede ocurrir sin la emancipación de las mujeres y la participación de las comunidades locales.

Todos tenemos un papel que jugar.

La historia de las Black Mambas es un ejemplo inspirador de cómo la defensa de la naturaleza puede ir de la mano del empoderamiento femenino y comunitario. Su valentía y dedicación nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia relación con el planeta. Tomar conciencia del trabajo desarrollado por este grupo de mujeres es reconocer que la protección de la vida salvaje no es solo tarea de unos pocos guardianes en África, sino una responsabilidad compartida por toda la humanidad.

Cada uno de nosotros, desde nuestra propia realidad, puede contribuir al respeto y la conservación de nuestro planeta, apoyando proyectos de conservación comunitaria, difundiendo la importancia de proteger la biodiversidad, reduciendo nuestro consumo de productos cuya demanda alimenta el furtivismo, o presionando para que se promulguen políticas ambientales justas.

En última instancia, el legado de las Black Mambas nos recuerda que todos tenemos un papel que jugar en la construcción de un futuro sostenible. Honremos su labor asumiendo nuestra responsabilidad de cuidar la Tierra y las criaturas con las que la compartimos. Si ellas, con recursos limitados, pero con determinación y corazón, han logrado marcar la diferencia porque, cada pequeño paso cuenta. La naturaleza y las generaciones futuras nos lo agradecerán.

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