El ecoturismo de mamíferos marinos ya es una moda mundial. Sus inicios apuntan a 1955, cuando un pescador empezó a llevar a clientes a ver ballenas por 1 dólar.
En los últimos años, esta práctica ha florecido hasta convertirse en una industria que ingresa anualmente miles de millones de dólares. Por ejemplo, en 2008 participaron en el ecoturismo de mamíferos marinos 13 millones de personas, lo que supuso un ingreso de 2.100 millones de dólares.
Por otro lado, en los últimos cincuenta años el valor de la caza comercial de ballenas ha caído en picado. Cada vez más, la gente prefiere ver ballenas que comérselas. Esto podría parecer un éxito para la conservación, pero tiene un doble rasero pues, mal gestionado, este turismo supone un riesgo para las poblaciones de cetáceos. Un claro ejemplo es el caso de las orcas residentes del mar de los Salish, situado en la costa oeste de América, justo en la frontera entre Canadá y Estados Unidos.
Antes de los años ochenta, la observación de ballenas en el mar de los Salish era prácticamente inexistente, pero empezó a surgir una industria centrada sobre todo en el avistamiento de orcas. Actualmente, se ha convertido en uno de los lugares más populares en el mundo para esta actividad, ya que, debido a la presencia regular de orcas entre mayo y octubre, la tasa de éxito en los avistamientos es del 90%.
Las orcas residentes del mar de los Salish
En el Mar de los Salish habitan tres tipos distintos de orcas que, aunque son la misma especie, ni se cruzan ni socializan. De los tres tipos, el que se avista con menos frecuencia es el conocido como orcas marítimas, porque viven alejadas de la costa. También son conocidas por cazar tiburones. El segundo tipo de orcas son las transeúntes, llamadas así porque no permanecen en lugares concretos, sino que recorren largas distancias. Suelen convivir en grupos pequeños de unos tres individuos y se alimentan principalmente de focas y marsopas.
Por último, las orcas residentes son las más estudiadas y avistadas de las tres, pues viven cerca de las costas y permanecen todo el año en las mismas zonas comiendo peces. Estas orcas son únicas desde un punto de vista social, porque viven en sociedades matrilineales muy estructuradas y porque ninguno de los sexos abandona su grupo natal. Estas manadas están tan cohesionadas que comparten un dialecto único.
A mediados de la década de 1980, las orcas residentes se convirtieron en la atracción estrella de la industria de avistamiento de cetáceos con fines recreativos y comerciales. Sin embargo, a finales de los noventa las alarmas saltaron cuando su población sufrió un importante declive poblacional del que no parecían recuperarse. De hecho, en agosto de 2011 sólo quedaban 88 orcas residentes en el mar de los Salish.
La mayoría de las investigaciones sugieren que su declive tuvo tres causas principales: la presencia en el agua de contaminantes liberados por los humanos, la reducción en la cantidad de presas disponibles y las perturbaciones provocadas por los barcos, muchos de ellos dedicados al avistamiento de las propias orcas.
Muchas especies de cetáceos dependen del sonido, tanto para comunicarse mediante vocalizaciones como para buscar alimento y navegar mediante la ecolocalización. El ruido de los barcos se puede solapar con las frecuencias utilizadas por estos animales, dificultando así su comunicación y sus movimientos. La consecuencia última es que cada vez se reproducen menos y sus poblaciones se reducen hasta llegar al borde de la extinción.
La regulación del ecoturismo de mamíferos marinos
Ante estas evidencias científicas, en 2002 la Asociación de Observación de Ballenas del Pacífico (PWWA), junto con organismos gubernamentales y ONGs de Canadá y EEUU, elaboraron las directrices voluntarias Be Whale Wise. Estas estaban dirigidas a navegantes, tanto recreativos como comerciales, e incluían indicaciones como la distancia mínima de aproximación, los límites al número de embarcaciones y las restricciones de velocidad.
Hoy en día, las empresas de avistamiento de ballenas están, en general, bastante informadas sobre cómo se deben comportar para no molestar a estos mamíferos, pero no todas hacen los mismos esfuerzos. Como clientes, tenemos el poder de fomentar que se cumplan las directrices al apostar por las empresas más concienciadas.
Un ejemplo a seguir es Eagle Wing Tour, la primera empresa de ecoturismo marino de isla de Victoria, Canadá, que sometió voluntariamente sus embarcaciones a pruebas de niveles de emisión de ruido. Esta empresa ha sido reconodica por la Alianza Mundial de Cetáceos por operar con los más altos estándares internacionales de cuidado de la fauna local, además, de recibir por primera vez en 2023 la certificación Biosphere por sus esfuerzos en sostenibilidad.